miércoles, 25 de marzo de 2009

¿Michoacán fallido?

No, no del todo, pero al menos en el caso específico de la denominada Operación Conjunta en Michoacán –el inicio de la guerra declarada por el gobierno federal al crimen organizado- no hay los resultados esperados por la ciudadanía en general, que no son precisamente aquellos, de corte ligh, que nos presentan las autoridades correspondientes.
Los últimos acontecimientos de ejecuciones, de enfrentamientos armados –en las cuales ya hay más víctimas civiles- y de acciones de temor contra polémicas fuerzas de seguridad nos vuelven a situar en la realidad en que estamos antes de dicho operativo federal y que se vio severamente agudizada con los atentados terroristas del 15-S, suscitados en plena capital michoacana.
Si bien la puesta en marcha de la Operación Conjunta Michoacán causó un efecto tranquilizador entre la población, al paso del tiempo se ha visto como su fuerza ha sido oscilante, de más a menos y viceversa, dejando la sensación que solo hace gran presencia en momentos en que se efectúa un hecho delictivo de secuelas dramáticas y que aminora después del paso de sus crisis. Por otro lado, nadie, ninguna instancia de cualquier índole ha cuestionado con seriedad, no solo con meras declaraciones, los resultados de dicha operación que solo arrojan decomisos al por mayor y aprehensiones de miembros del crimen organizado al por menor, y sin que hasta el momento se haya realizado una verdadera ofensiva basada en una exhaustiva investigación, no por meras llamadas anónimas.
Lástima que en la entidad no haya actores políticos con el carácter suficiente para hacer una evaluación objetiva de la Operación Conjunta Michoacán y establecer si se requieren reglas claras en su continuidad que partan, lógicamente, de sus evidentes fortalezas y debilidades, más las segundas que las primeras, aunque a nivel federal se presuma eficiencia.